En el mes de junio hice un curso
con los carmelitas de Centroamérica que llevaba por título: “La noche oscura vivida y enseñada por San
Juan de la Cruz”. El carmelita en una sesión mencionó la noche oscura que
vivió por treinta años la madre Teresa de Calcuta y nos remitió al libro: “Sé mi luz”. Providencialmente, un par
de semanas después, una clienta lo solicitó en la librería y como no lo
teníamos hubo que pedirlo. El libro sólo pasó por mis manos y no hice el menor
intento de pedir otro para mí.
Cuando en septiembre regresé de
vacaciones, me encontré el libro sobre la mesa de las novedades y ahí me dije: “Entendido, te llevo para casa”. ¡Qué
curioso!, comencé a leerlo y a los días estábamos cantando en la adoración “Se mi luz, enciende mi noche”.
El subtítulo del libro es: “Las cartas privadas de la santa de Calcuta”.
Y ahora viene otra anécdota. Ayer en la mañana estuve en la habitación de una
religiosa a la que quiero mucho. No sabiendo qué ofrecerme me dio todo lo que
tenía: Su corazón. Me mostró un montón de fotos y… me leyó cartas que ella
había escrito en distintos momentos de su vida, todas encabezadas con: “El Señor es mi pastor nada me falta”. Me
emocionaba solo el pensar que en casa estos días estoy leyendo las cartas
privadas de la madre Teresa y ayer, en vivo y en directo, escuchaba a una
religiosa leerme sus propias cartas en su cuarto. ¡Qué regalazo!.
También ayer el evangelio nos
hablaba de la lámpara que no puede estar escondida. Pienso en esta religiosa de
más de ochenta años, en tanta gente mayor, o enferma… Mientras hay vida hay luz
porque la Luz está donde hay vida. Cada uno tiene su propia luz, su propia
llama… unos más que otros. No se trata de compararse, de envidiar al que da más
luz ni de forzar lo que no se es porque en vez de lucir podemos quemarnos con
nuestra propia luz. Cada uno tiene que estar en su lugar, en el que
corresponde, en el que el Señor desea y dejar que Su Luz sea. Si estamos unidos
a la Luz, la Luz brillará. Si no estamos unidos a la Luz, da igual dónde
estemos o lo que hagamos, porque no iluminaremos a otros por muy santo que sea
el lugar o las obras que realicemos.
Tenemos un Dios que nos habla de
muchas maneras y lo mejor es que no se cansa de buscarnos y manifiestarnos su
amor en todas esas “coincidencias” o “casualidades” que vivimos.